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Presentación del libro José Antonio Usandizaga. Una vida dedicada ala Medicina

Con ocasión de la presentación de la biografía del profesor Usandizaga, realizada por el Prof. Antonio Hernández Alcántara, ,se rindiço un homenaje al biografiado, por parte de 30 de sus colaboradores cercanos.

En dicho acto Ramón Usandizaga leyó el discurso preparado por su padre que por su interés transcribimos a continuación:

MEMORIA DE MUCHOS RECUERDOS

José Antonio Usandizaga Beguiristain

Al evocar el tiempo transcurrido desde que se inauguró la Maternidad he podido recordar una frase de Papini: “Muchas veces la grandeza consiste en saber ver las cosas pequeñas; precisamente aquéllas que los imbéciles tienen por cosas sin importancia”.

Ha corrido el tiempo, y creo que coincidirán conmigo muchos de los que aquí están y estaban entonces, en que las cosas pequeñas que han formado a lo largo de más de dos lustros el rico arsenal del anecdotario de la Maternidad, perfilan, con el valor de su recuerdo, la amable semblanza de los días vividos.

En el venero de los recuerdos permanecerá siempre el del primer parto de la Institución, que asistió Paulino, y que siempre será el primero, y queda justificada la perogrullada porque la primacía es aquí simbólica y real a un tiempo con toda la jerarquía que le otorga el constituir primer ordinal de los cientos de miles que hasta ahora le han seguido.

En caleidoscópica remembranza podrían desfilar las imágenes del primer residente que llevó el parte a la General; o del que ofreció su coche para trasladar rápidamente el mismo parte a Servicios Centrales porque las oficinas de la General se habían cerrado; o de aquel otro tan fino, pero que ocupaba sin rebozo la cama del Jefe de Guardia; del Secretario General que, rojo de ira, expulsó de su despacho al mercader aprovechado que le prometía sustanciosos porcentajes de la venta de medallitas recordatorio de bautizo a la puerta de la Maternidad; del médico que marchó a la zapatería de Fuencarral a comprarse los zapatos con rebaja por ser de La Paz; del anestesista irritado por el cruce pertinaz de su teléfono en el cuarto vecino; del asombro del médico de una incipiente consulta de esterilidad porque a la paciente le molestaba, ¡coña!, venir todos los día a enseñar el pavo real…

Por los demás han transcurrido los años sin que el Director haya podido hacer mutar ciertas costumbres, que le obligan a perder parte de su tiempo cerrando ventanas para que se conserve la refrigeración, o indicando que las cortinas disponen de cuerdas para su adecuado manejo, o debelando homúnculos fumadores, sin poder llegar a comprender la inutilidad de ciertas prohibiciones en un país donde ya es sabido que la rigidez reglamentista es atemperada por la inobservancia.

Saltando de la anécdota a la realidad vital, lo cierto es que se ha conformado entre las paredes de esta Institución una gavilla de vidas entrelazadas que llega al corazón mismo de su estructura anímica. Porque los que aquí trabajamos hemos ligado a la esencia de la Maternidad parte viva de nuestras propias vidas. Y aquí nacieron hijos nuestros (y hasta nietos), y hemos llorado fallecimientos de seres queridos, y hemos lamentado despedidas inolvidables, y hemos compartido alegría y sufrimientos

La Maternidad que nació ya grande, con macrosomía que asustó mucho para dar pábulo fácil a las críticas de los de siempre, fue sin embargo (o el paso del tiempo lo hace parecer así) mucho más chica, mucho más intimista. Tuvo siempre, no se le puede negar, el hálito suficiente para eludir el vuelo alicorto de las empresas fáciles. Y lo mismo que se desplazaba con humor y casi en masa hasta un congreso en Lisboa, inundándolo de comunicaciones, era capaz de constreñirse, al menos simbólicamente, al ámbito aventurero del “Topo” irredento.

Queda de los primeros años de lucha el valor de un espíritu que prevalece. La familia fue ampliándose, fue proliferando como es obligación de toda familia que se precie, y fue acomodando a la estructura cambiante de su ser el impulso vivificador de sus nuevos refuerzos. Doliéndose a veces, renqueando en ocasiones, pero sustanciando su hechura a las necesidades temporales sin perder ni la fe ni la esperanza en el porvenir.

A veces fue necesario cambiar el rumbo o al menos rectificarlo. Hubo guerra de guardias, hubo guerra de contratos, hubo guerra de horarios, y muchas guerrillas más que no son del caso. Pero permitidme que me encandile más al acordarme de otras luchas que cuentan para mi satisfacción y para la vuestra con el halago de la victoria compartida. En primer término hubo que mentalizar y unificar criterios bien dispares de los que se integraban desde distintas latitudes científicas. Hubo que luchar porque se mantuviera al día un espíritu emprendedor empeñado en la adopción de nuevos métodos, de nuevas técnicas, de aprovechamiento de unos medios que, reconozcámoslo, habían hasta entonces estado vedados en la mayor parte de los centros hospitalarios nacionales. Y así hubo que embarcarse con decisión en la lucha contra la incompatibilidad Rh, y ampliar hasta límites insospechados fuera de nuestro ambiente las aplicaciones del estudio del líquido amniótico, y aprender, enseñar y rutinarizar métodos de registros y de microtomas, y acostumbrarse a hablar de dips, de déficit de base, de bicarbonato standard y de desaceleraciones variables. Todavía alguno de los presentes recordará su enconada apuesta en favor de la oreja, y cómo una curva silente destrozó su quiniela millonaria, de lo que queda como recuerdo un estetóscopo aplastado que todavía debe permanecer guardado en alguno de los misteriosos cajones de la casa… Y así hubo de sustituirse un tocógrafo de tambor que casi funcionaba con manubrio por el Samborn, y el estroponcio simbólico por el ecógrafo, y algún dedo infalible dotado de virtudes miríficas por el celioscopio…

Y pido ahora licencia para cambiar de tercio.

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Hace ya varios años, cuando celebrábamos el V Aniversario de la Maternidad de La Paz, ya afirmaba que “un hospital debe ser una organización viva, dinámica, capaz de adaptarse en cada momento a los cambios circunstanciales para cotejar su bondad e incorporar a su acervo lo que puede filtrarse por el tamiz de su experiencia”. Y en otro lugar de aquella misma pequeña charla afirmé campanudamente que “lo más importante no es nunca lo que se ha hecho sino lo que queda por hacer”.

La visión de futuro sin embargo no me libera de eludir ahora la responsabilidad consciente de lo realizado en los años que han quedado a la espalda. La mirada hacia atrás, sin ira, debe ser el buen acicate del mejoramiento progresivo. Y aunque haya muchas cosas que debieron haber sido y no fueron, por razones legítimas o no, lo que no quisiera es que la tristeza del no haber podido hacer sirviera jamás para encubrir el remordimiento por no haber querido hacer.

Podría echar mano del recurso a las estadísticas, pero creo que la ocasión, por amable, no es propicia para la aridez numérica. Prefiero la meditación en voz alta, sin rigor y sin pena, y vais a perdonarme, una vez más, que sea la meditación propia de quien, tan dado a la abstracción mental, la ha rumiado consigo mismo en la triste soledad del jefe.

En varios lustros hemos llenado de niños Madrid y de papeles nuestra Maternidad. Nos hemos dejado atrapar en el turbión de la escalada burocrática. Pero nuestros papeles, nuestras historias clínicas (¡cuántas veces, ay, tan anárquicamente enviadas al archivo y tan defectuosamente rellenadas!) nos atosigan sin tregua y no hemos sabido o no hemos podido codificarlas oportunamente para su entrega al cerebro electrónico.

Hemos creado muchos servicios nuevos, porque a las necesidades se ha respondido a veces con intuición acertada y en otras hasta con intrepidez. Pero tengo el temor muchas veces de si nos habremos llegado a perder circunstancialmente en el alambicado espiral de una sofisticación progresiva. Me agrada, me agrada mucho, halaga mi vanidad personal que, al recibir visitantes más o menos ilustres, pueda enseñarles en paseo casi dionisíaco, servicios de ecografía, y salas de monitorización obstétrica, y laboratorio de microtomas, y servicio de educación maternal, y laboratorio de citología o consultas de colposcopia con clientela multitudinaria; y policlínicas de urología ginecológica y de alto riesgo gravídico y  de puérperas y de revisiones de tumores o de patología mamaria; y un servicio de esterilidad capaz de tamaña hazaña como la de biopsiar testículos de estoicos feligreses; y laboratorios múltiples y sección de radiología bien equipada; y quirófanos con monitores de televisión y salas de recuperación, de reanimación y de cuidados intensivos; y departamento estadísitico con ficheros de diagnósticos. Sí, el orgullo de todos es legítimo. Sobre todo si tenemos en cuenta que en sus inicios nuestra Maternidad sólo tenía camas, dos plantas de paritorios mal concebidos y una semiplanta de laboratorios, con citología y colposcopia comprendidos.

Pero, ya que estoy sincerándome, permitidme que os confiese que me asusto muchas veces del punto al que ha llegado nuestra tecnificación. Me pregunto en ocasiones si no estamos cargando demasiado las tintas; si no nos olvidamos con frecuencia de que entre el médico y sus útiles hay un enfermo; si a esa madre que quiere de nuestras manos recibir a su hijo y que reclama nuestra atención solícita más que nada, no le respondemos demasiado a menudo con un “transducer” en vez de con una palabra de afecto; si no propenderemos todos, cada uno en su nivel, a ocultar la propia responsabilidad tras la máscara indiferente del rostro anónimo.

Creedme que está lejos de mi mente el abominar de la técnica o el ignorar las ventajas de la ciencia aplicada, pero creedme también que me preocupa el que cada día salgan de nuestra Maternidad más de cien pacientes dadas de alta, en quienes hemos puesto de nuestra parte quizá todo para que su evolución clínica sea correcta, pero quizá no tanto para que su paso por la Maternidad sea feliz en la más amplia acepción de la palabra.

Como me preocupa el que, con la progresiva inflación de las plantillas, el Director se haya ido distanciando cada vez más del contacto personal y humano con los que le rodean. A todos nos incumbe el que la atmósfera que nostálgicamente he evocado al principio, no se disipe, persista siempre, se renueve con nuevos matices. Porque el bien hacer sólo puede asentar sobre el bien estar. Y el bienestar es rigurosa necesidad para el desarrollo de nuestra labor polifacética (curar, asistir, enseñar, aprender), labor en la que únicamente la convivencia, no sólo bien tolerada sino deseosamente compartida, logrará el rendimiento eficaz y los frutos científicos apetecidos.

Durante estos años hemos logrado metas científicas que en cierto modo parecían inalcanzables. Tesis doctorales, decenas de artículos, centenares de comunicaciones a congresos y sociedades, lo avalan sin discusión posible. Pero, sin querer ahondar en el examen de conciencia, ¿se han aprovechado de verdad las múltiples posibilidades de nuestro ingente material y de nuestro moderno equipamiento para producir la aventajada publicación modélica? La formación de nuestros residentes ¿es lo completa que las circunstancias pueden ofrecer, logrando cotas inalcanzables en otros lugares de nuestra geografía obstétrica?

Hace más de 5 años tuve ocasión de decir que ya habían salido de nuestra Maternidad dos promociones de médicos residentes que constituían “su mayor orgullo y su más caro y a la vez más exigente motivo de pervivencia”.

Y ahora no puedo dejar de aludir al hecho curioso de que muchas veces a lo largo de estos últimos años y por razones que generalmente escapan al control de lo específicamente hospitalario y a la voluntad de los protagonistas, los Residentes se han convertido en los “dramatis personae” de la situación. No quisiera dejar de señalar que los Residentes, en mi concepto, siguen siendo los hombres insustituibles en una Institución como la nuestra; los que prestan con su juventud y su ilusión, la savia necesaria al desenvolverse genuino del trabajo en equipo. Ellos están obligados a dar con generosidad y con denuedo lo que de su exigente profesionalidad, que es fundamental y radicalmente la de aprender colaborando, puede esperarse. Ellos tienen el derecho de recibir, de la mano amiga y más experta, de la vocación hospitalaria, del deseo universitario de progresión y de eficacia de todos los miembros del plantel médico, lo que para su formación, para su aprendizaje, puede desearse.

Muchas cosas me quedan por decir. “Ex abundantia cordis os loquitur”, y quien os habla puede presumir sin jactancia de que su corazón abunda en dedicación personal y total a su Maternidad.

He hablado antes de la soledad. Quisiera y espero que se me interpretara bien. El jefe está solo ante decisiones, a veces incluso dolorosas, en múltiples ocasiones. José Antonio Usandizaga no ha estado solo nunca. Le ha acompañado el calor, el afecto, la comprensión, incluso la recriminación benévola pero estimulante, de los que le rodean.

El lazo unido de las voluntades comunes es algo imprescindible para el éxito en la labor difícil que aquí sí que puede, sin exageración de ninguna clase, decirse que no admite pausa. Muchas veces, muchísimas, estando lejos, en mi casa, o de viaje, o en cualquier otra circunstancia, al despertarme de madrugada, he pensado en la Maternidad, y cómo allí continúa encendida la luz, no sólo la eléctrica sino la que alumbra el trabajo continuado, más o menos oneroso, más o menos rutinario, más o menos cargado de responsabilidades, de una tarea sin solución de continuidad. De una tarea que pese a vacilaciones, tropiezos o desmayos, debe remontar su vuelo siempre. De la virtud esotérica de ese trabajo en común, de ese trabajo responsable y consciente, de ese trabajo sin mengua de ilusiones pero esmaltado de realidades, debe surgir el anhelo de la obra bien hecha.

Los babilonios creían en el árbol de la vida de cuyos frutos esperaban eterna juventud. El árbol de la vida de la Maternidad, tengo la seguridad cuando escribo estas líneas, habrá demostrado en los dos días de la reunión cuya fase científica con estas palabras clausuro, sus atributos inobjetivables. La juventud, la juventud de 1o años repletos de vida habrá aflorado con fuerza en los destinos distintos desde los que venía a visitarnos, seguro que con la misma ilusión con que nosotros os recibimos. Para vosotros, los que retornáis al hogar fugazmente, son mis últimas palabras de hoy, para agradeceros vuestra presencia, para agradeceros vuestras aportaciones, para agradeceros vuestra lección de armonía. Sin duda que ahora mejor que nunca puede pensarse que la fuerza del tronco viejo no va a perderse y que los retoños de su vitalidad inmarcesible han de seguir dando sin tregua luz y diáfana vida al futuro.

A todos, los que habéis llegado de fuera, los que seguís dentro, los que nos tengáis que abandonar pronto, la Maternidad, por boca de un director que es en estos momentos uno más entre cada uno de vosotros, os dice desde el fondo de su entraña vital muchas gracias.

Comunicación de la Universidad de Salamanca

De: Vicerrectorado de Politíca Académica y Participación Social
Enviado: lunes, 22 de julio de 2019 12:11
Para: aherruzo@msn.com <aherruzo@msn.com>
Asunto: Libro de Homenaje a la Universidad de Salamanca. Editorial Los cuadernos del castor.

Buenos días

Por indicación del Vicerrector de Política Académica y Participación Social, Enrique Cabero Morán, le agradecemos el envío de los ejemplares de la obra “Evolución de la Medicina en los últimos cincuenta años -1968-2018-“.

El vicerrector ha leído la obra y le parece muy interesante, por lo que en breve nos pondremos en contacto con ustedes para fijar la fecha más conveniente para hacer una presentación de tan valioso estudio.

Un cordial saludo

Fernando Javier Díaz Garcia

Secretaría Vicerrectorado Política Académica y Participación Social

Universidad de Salamanca

PRESENTACION DE LIBROS DESCONVOCADA

La presentación de libros prevista celebrar en el colegio de Médicos de Granada el 27 de junio, se desconvoca y se prevé que tenga lugar en septiembre.